Edizon León Castro
Foto Edizon León Castro
Hijo de una familia de 14 hijos e hijas, al mando de su madre la matrona Belermina
Chalá Congo, -una mujer ícono del pueblo afrochoteño-, pues en sus tiempos
dicen que nadie bailaba mejor que ella. Sus padres trabajaron en la hacienda de
la Beneficiencia que era del Estado, en plena época del concertaje.
Teodoro Méndez, fue traído al mundo por las manos y sabiduría de
la partera Celia, como era la costumbre en aquella época, pues él nació en
1961, en Tumbatú de la parroquia de Pusir. De su infancia tiene recuerdos tristes por la
escasez y la falta de recursos para poder estudiar, ni siquiera el río Chota ha
podido traerle recuerdos alegres. Pero hay algo que le alegra cuando menciona y
es su amor por la tierra, a pesar que le tocó trabajar desde muy pequeño en el
huasipungo de sus padres, -en época del concertaje los dueños que prestaban pequeños
pedazos de tierra a sus trabajadores para que sostengan a sus familias existencialmente.
También los recuerdos de los sonidos de la bomba y la memoria de
los bailes de las fiestas como bautizos, velorios de los niños, de las vírgenes
y santos, hacen que su voz se llene de alegría y en su mirada se dibuje una
cierta alegría. Es muy orgulloso de haber escuchado y aprendido (con verle
tocar) al gran músico de bomba David Lara. Teodoro Méndez aún siendo un niño
aprendió a tocar el instrumento de la bomba. Cuando le pregunto, ¿cómo
consiguió una bomba para aprender a tocar?, me contesta que aprendió tocando en
una poma de agua (botella redonda de vidrio), y que luego al tocar el
instrumento era casi o mismo.
Cuando era un adolescente formó parte de uno de los primeros
conjuntos de bomba, “Los románticos del Valle”, con quien duraría cerca de una
década, con ellos recorrió varios lugares tocando, en Quito en la casa de la
Cultura y en el Prometeo y otros lugares del país que ofrecían espectáculos y
festivales “folclóricos”. Se podría decir que esta experiencia le formó como
músico, para luego tomar la decisión de tocar y cantar como solista.
Foto: Edizon León Castro
La primera vez que salió a
vivir fuera de su Tumbatú –como él lo llama- fue cuando se casó y la
necesidad le llevó a migrar con su mujer
a Quito por dos años, “Ahí trabajé en ese edificio cerca del Guambra, el Banco
de Préstamos, ahí yo hacía la limpieza, mientras mi esposa trabajaba como empleado
doméstica en la casa del dueño del edificio”.
Algo que caracteriza a Teodoro como músico y danzante de la bomba,
es su gran apego a la tradición, cuenta que cuanto termina de hacer una bomba
–porque también es constructor de bombas- le sopla trago “como cuando curan el
mal viento y luego hay que sobarle y darle golpes como la mano abierta para que
se curta bien cuero”, y “…así era como hacían los de antes, no vé que cuando
uno hace lo que ellos dicen las cosas salen bien”.
Junto con estas enseñanzas cuenta que practicaba mucho el baile
teniendo presente la memoria visual de los bailes de su madre Berlermina, y fue
así como aprendió a dominar el baile de la bomba y sobre todo bailando con la
botella en la cabeza.
La historia del
compactado con el diablo…
Estando con una “jorga” de amigos en la Fiesta de la Virgen de la
Nieves, que es la patrona de El Chota, se dio un concurso para mujeres de la
tercera edad, del baile de la bomba con la botella en la cabeza. Ahí Teodoro,
les dice a sus amigos que él podría bailar mejor que las mujeres con la botella
en la cabeza, y luego de trámites y averiguaciones logran sus compinches, que
él entre al concurso, y efectivamente quedaron dos finalistas: Mama Zoila y
Teodoro Méndez, entonces deciden que uno de ellos tiene que ser el ganador, y
empieza el reto, primero arrodillándose, luego acostándose donde se le cae la
botella a Mama Zoila, quedando como ganador Teodoro, ahí es cuando se le acerca
ella y le dice “oiga Teodoro usted baila como compactado del diablo”…cuando me
cuenta esto él suelta una cargada que le sale de adentro. Esta competencia daría como resultado que
Teodoro y Mama Zoilita formen una de las mejores parejas del baile de la bomba.
*Este artículo fue publicado en Diario El Norte. 2017