Edizon León Castro
Foto: Hugo Pavón
Sin lugar a dudas Juan García Salazar es una de las personas que más le ha aportado al pueblo afroecuatoriano en estos tiempos modernos. Es un hombre excesivamente sencillo que le acompaña una figura delgada. Nacido en el pueblo Cuerval-Esmeraldas, llamado así porque los cuervos habitan ahí en grandes cantidades. Yo le conocí allá por el año 2002 en la Universidad Andina, y partir de ahí no me he separado de su pensamiento y de su ser.
Varios son sus aportes, uno de ellos fue recopilar testimonios e
imágenes de las gentes y comunidades del pueblo afroecuatoriano de Esmeraldas y
Valle del Chota-Mira, principalmente. Armó un equipo de jóvenes y con grabadora
en mano empezaron a recorrer las tierras polvorientas en el caso del Valle y
los ríos en Esmeraldas, buscando guardianes de la tradición, es decir, hombres
y mujeres poseedores de saberes y conocimientos.
En ese andar…caminar, como decían los mayores, recopiló
testimonios de decimeros, curanderos de culebras, cantadoras de arrullos y
chigualos, cuenteros y muchos más personajes. Y ese legado ahora reposa el
Fondo Documental Afro-Andino, que él mismo lo creó. Esta pasión y compromiso
generacional, lo adquirió como un mandato de su abuelo Zenón, a quien cuidó por
más de tres años –como manda la tradición-, y fue él quien le enseñó el poder y
la magia de la palabra envuelta en la tradición oral. Este abuelo Zenón
representa a todos los guardianes de la tradición decía: “Heredar los saberes y
secretos de una generación, es una ley antigua que manda volver a sembrar la
semilla cultural en las nuevas generaciones”.
Foto: Edizon León
También se puede decir que es el padre del movimiento
afroecuatoriano, pues fue él junto a otros jóvenes de la diáspora africana crearon
el Centro de Estudios Afroecuatorianos en Quito, un espacio cultural y político,
que buscaba reivindicaciones históricas del pueblo afroecuatoriano. “Fui ahí
cuando nuestros hermanos empezaron a reconocer y sentir orgullo de su negritud”,
dice el maestro.
Pero para construir la propuesta política tuvo que recurrir a los
archivos históricos y desempolvar cientos de folios de varios archivos
nacionales, oficio que aprendió estudiando Historia en los Estados Unidos con
una beca recibió de la Universidad de John Hopkins. Fue interesante porque le permitieron
hacer una maestría a pesar de no haber terminado el colegio.
Con este mismo entendimiento político empezó a trabajar una
propuesta educativa, con la finalidad de llevar todos estos saberes a las
escuelas, como una manera de educar a nuestros niños, a esto es lo que se llama
Etnoeducación. Esto era porque la educación formal no enseñaba nada de la
historia del pueblo afroecuatoriano.
En algún momento terminó trabajando con el Monseñor Leonidas
Proaño en las frías tierras de Riobamba, ahí compartió e intercambió
experiencias y diálogos con el pueblo Puruhá. Este cúmulo de experiencias le
fue ayudando a comprender en la práctica el sentido de la interculturalidad.
A nadie he conocido con una militancia a las causas del pueblo
afroecuatoriano tan consecuente como Juan García, recuerdo entre las muchas
cosas que me dijo, “lo único que me cuesta de envejecer en que mi militancia se
va debilitando”.
A pesar de su tan fructífera trayectoria y trabajo con las
comunidades y de su producción intelectual, él se asume como un obrero del
proceso, y mejor aún como un bambero, este es un personaje mítico de la costa
del Pacífico que se encarga de cuidar los territorios y la tradición.
* Este artículo se publicó en el diario El Norte, el 9 de mayo de 2017
Realmente su paso por las aulas de la PUCE fue significativo, no me refiero a él personalmente, sino a su obra, al registro y legado de la tradición oral, de la memoria, de la magia y saber profundo. De la otra cara de la realidad, esta contada desde sentires y experiencias del cotidiano o la rigurosidad de las búsquedas a los espacios interiores del espíritu. Gracias por la información.
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