Doña Belermina: la Mama grande de Tumbatú

Edizon León Castro 
Fotos: Archivo Edizon León 
                    

Foto: Archivo Edizon León 
                                                                  

A pesar de su carácter tozudo, fuerte y hasta cierto punto tosco, está llena de una ternura forjada con los años a pesar de las adversidades. Cuando le pregunto por su nombre, me responde con una sonrisa sincera, “Yo me llamo María Belermina Congo de Jesús y unas yerbitas más…” y a continuación me clava su mirada dulce como la panela. Y continúa, “Mi padre era Teodoro de Jesús Congo y su madre María Idubijes, los dos oriundos también de Chalguayacu”.

Doña Belermina no tiene problema en abrir-me su memoria para contar fragmentos de su vida. Nacida en Chalguayacu y criada en El Juncal, dos comunidades que están dentro del territorio ancestral del Chota (entre las provincias de Imbabura y Carchi), con una mujer que se llamaba Eulalia de Jesús y que era dueña de un hotel. Ella siendo aún adolescente se hizo responsable de la administración  y con cierto orgullo dice que “manejaba la llave de la riqueza de ella” refiriéndose a su tía Eulalia, y justamente “…como el marido tenía sus mocitas, él sabía sacar cositas para regalarles a ellas”, de allí la importancia de la confianza que su tía había depositado en la joven Belermina quien se convirtió no sólo en la administradora sino en la custodia de sus “riquezas”.

Me conversa sentada junto al horno de pan de barro en su humilde casa en Tumbatú, no afloja la conversación en ningún momento y la retoma de manera inmediata, “En cambio yo la llave le tenía bajo siete llaves, por que no quería que ni las hijas vean y cojan las llaves que yo manejaba; por que yo siempre he sido negra, hija de buenos padres, honrada, por que la honradez ha sido lo más bonito, ser negra y honrada”.

Foto: Archivo Edizon León 

A pesar de sus años y la pesadez de su cuerpo, es difícil que se quede quieta, seguramente la siembra del baile y el ritmo en su cuerpo hace que esté inquieta y se mueva permanentemente, de repente improvisa unos versos de una bomba que se le vino a la mente :

Yo por aquí yo por allá,
querida negra del alma,
hazle cuatro pedazos
querida negra del alma

Mi vida fue muy valiente,
por que mi padre me enseñó,
primero a ser honrada,
y después la agricultura.

Mientras canta estos versos, me viene la pregunta de ¿cómo era su niñez?

Cuando yo era niña, recordaba el picar leña, para hacer carbón, hasta ahora que me estoy envejeciendo, yo he sido criada con el  hacha, el machete y la barra, por eso tengo toda herramienta aquí en mi casa, por que la herramienta que han manejado los de antes yo le manejo hasta ahorita que vengo tapando un carbón...

Con este testimonio comprendo que desde su niñez la tierra y la agricultura han moldeando su existencia, y por supuesto su carácter. Pero luego insisto en la pregunta de saber cuáles eran sus juegos de niña:

Yo jugaba a la pelota de tabla, por aquí tengo la tabla, capaz que mi mamita y mi papá sabrían decir, que si yo hubiese sido kari, no hubiese sido así de valiente para un trabajo y para el juego. A mi me invitaban a jugar a la pelota por todo Chota, yo con la tabla les ganaba a esos hombres…

Es inevitable no hacer el ejercicio de imaginarla jugando cogida de su tabla y con sus polleras en medio de cuantos hombres. Pero como buena matrona de tradiciones, vuelve a la conversa con los valores aprendidos de sus padres:

Entonces yo he sido una mujer que mi padre me ha enseñado, en primer lugar a ser honrada y a trabajar, por que del trabajo ha sabido venir muchas cosas para la vida de uno.

Es muy fácil entrar en confianza con doña Belermina, por su apertura y lo empalagosa que resulta su conversa, y eso me genera más curiosidad por su vida. Quiero saber qué recuerdos tiene de la época del huasipungo:

Claro, mi padre tenía un huasipungo en las playas de Caldera, y sabe que?
A yo (a mi) y a mis hermanos, ya nos decían de noche,

-verás Belermina, mañana vas vos a coger hoja para liar el plátano, Teodoro vos vas a cortar el plátano y pasar a la choza, a las cinco de la mañana levantaránse guaguas.

Porque vivíamos en Chalguayacu y de ahí pasábamos a Juncal y como yo no era tonta para que no nos cague (pegue) mi papacito, porque nos pegaba fiero, yo cá, sabía madrugar solita, yo les despertaba a mis hermanos para que vayamos breve al trabajo de la huerta a Santa Martha de Chalguayacu porque allá estaban nuestras huertas donde sembrábamos, yo ya sembraba solita, yuca, camote, papas, cosechaba buenas papas sembrado de mí, por eso yo agradezco a mi padre, que me enseñó la agricultura, a lavarme la cara con ambas manos, porque con chulla mano no se lava bien la cara, pero con ambas manos coger agüita y cubrirse, lavarse  la cara, que lindo que ha sido.
                                                                               
La conversa es ligera y ella siempre relaciona su palabra con la tierra, la memoria, sus padres, pues además siendo la mayor de las hijas y con la muerte temprana de su madre, pasó de hermana mayor a ser la mamá de la casa. Al igual que la mayoría de las mujeres antiguas, no tuvieron oportunidad para estudiar, pues su condición económica por el sistema del concertaje no les permitía:

Verá, mi papacito, por eso digo yo , por una parte, mi padre me hizo un mal, pero por otra parte, mi padre viendo que yo era una mujer de ambiente que me gustaba el trabajo, me sacó de la escuela, no me tenía ni dos meses, cuando me dice con lágrimas en los ojos.

-Vé Belermina, salíte de la escuela, no hay quien mantenga la casa…

Por que mi madre se murió guambrita y él se postró joven.

Cuando apenas tenía 17 años tuvo su primer hijo, y me cuenta con la gracia y picardía propia por su persona: “…yo habré tenido 17 o 18 años cuando tuve a mi guaguito, porque me hicieron el mal pues, será que yo mismo ya quise no…?”, al terminar la frase suelta una gran carcajada como de descaro.

La vida de antes era cosa buena….

A pesar que su vida ha sido dura como la mayoría de las mujeres de su época, -pues estaban bajo el régimen de la hacienda-, y con patrones que se creían dueños de la vida de los trabajadores, ella tiene una buena nostalgia de los tiempos de antes, cosa que me llama la atención, pero luego entiendo que en asunto de actitud frente a la vida; resiliencia :

La vida de antes era cosa buena, cosa linda, las comidas de antes no eran fumigadas, como ahora comimos todo fumigado, porque antes, comerse un arroz de cebada con esos charques grandes de carne en el arroz que delicia vea.

Lo que más le gustaba a mi padre era el sancocho de carne, en ese tiempo había ollas pero no había platos, y comíamos en cazuela, dos, tres, hijos en cazuela que eran de barro… Antes nosotros mismos, pelar cuche, como teníamos pollos, sabíamos pelar dos, tres pollos para el almuerzo porque éramos hartos hermanos.

Ahora me habla un poco de su primer marido que estaba ligado  a la hacienda:

En la hacienda sabe que mi marido era hornero; de aquí subía a San Vicente a hornear él y el compadre Custodio Quinteros….horneaba en el trapiche para que salga el dulce, entonces, de aquí íbamos yo y la comadre Esther a dejarles la merienda y ayudarles a hornear, para que descansen nuestros maridos, éramos bien horneras, mejor que nuestros maridos.

De esta manera no sólo se ocupaban de la casa sino también colaboraban con el trabajo de sus maridos.

Si bien tiene estos recuerdos alegres, también hay memoria del trabajo duro y maltrato sufrido en las haciendas, en la que ella trabajaba era de la Beneficencia y ahí no había diferenciación para el trabajo entre hombres y mujeres, como bien lo conversa doña Belermina:

A mí mandaban hacer trabajo de hombres, por eso decía Carlos Insuastes [era el mayordomo], que de dios goce, que si todos los hombres o mujeres fueran como esta mujer, fuéramos de otra forma, decía. Yo para hornear y para sacar el dulce era número uno. Yo preñada trabajé en la  hacienda, con que barrigota yo trabajaba en la hacienda…yo he sufrido harto.

Le pregunto cómo trataban a los trabajadores en la hacienda, con el fin de saber desde su memoria la vida en las haciendas:

A mi, una vecita Don Carlos me pegó ¿y sabe lo que hice?

Yo para desquitarme, le esperaba a la hora que él llegaba al trapiche a ordenar, ahí le esperé y le esperé, cuando llegó a entrar por la puerta, cogí un palo y le dije, me pegaste  ayer y le di tres palazos. Luego el mayordomo me fue a demandarme ante las autoridades.

Y alguien me dijo:

-Belermina, fúgate, córrete, Carlos fue a demandarte.

Yo me fui a Ibarra a donde una familia, a estarme allá y de allá vine vuelta a los 15 días a seguir trabajando en la hacienda, me cogió miedo ese mayordomo y el patrón. Nunca más me volvió a pegar, en cambio con los otros trabajadores era bien abusivo ese mayordomo. Y lo que más nos molestaba era que éste era de los mismos nuestros.


 Foto: Archivo Edizon León 


                                                                         
Doña Belermina trabajó en la hacienda por mucho tiempo donde tuvo a sus ocho hijos (en total tuvo 14 hijos), mientras estaba “en cinta” le hacían trabajar sin consideración alguna.

Cuando termina este relato de la vida en la hacienda su rostro ya se había puesto triste y su voz algo apagada y pausada que expresaba sufrimiento.

Le pregunto cómo era en su tiempo el pueblo de Tumbatú

No había muchas chocitas, había una casa de uno que llamaba Víctor Palacios, era mochito de ambas las piernitas. La otra chocita era de un Leonardo Palacios, hijo de Víctor Palacios, otra de una señora Balbina Lara y la de David Lara, que sabía la bomba tocar, y sabían decir que es compactado con el diablo.


Fui de las primeras que bailábamos con la botella….

Foto: Archivo Edizon León 
                     
Luego de su orgullo por ser mujer trabajadora de pico y pala, y retar permanente en varios ámbitos a los hombres, su otra presentación es su relación con el baile y la música. Sobrina del músico maestro David Lara, de quien se decía que se había compactado con el diablo para aprender a tocar bomba.

Mi tío David cuando venía  a tocar y como sabía que me gustaba el baile nos invitaba  -a ver mi sobrina véngase a bailar que le voy hacer regolgoriar  la bomba

Y como tocaba ese hombre la bomba que bestia!!!

Regolgoriar significa alentar, porque alentaba con esta mano, y con esta (alza su mano izquierda), le hacia así la bomba y con esta le  jalaba golpes a la bomba, y con esta le hacía así (hace movimientos con el codo, como señal que expandía el sonido del golpe de la bomba con el codo),  que a una le hacía hincarse y bailar echada…

Con la comadre Franselina fuimos las primeras que aprendimos a bailar con la botella en la cabeza, mi mamita no sabía bailar con la botella, parece que antes no hacían eso…

Me siento dichoso de haber podido recoger parte de la memoria de esta hija de Tumbatú, que es la memoria del pueblo afroecuatoriano. Finalmente sin darse cuenta mientras habla de los bailes se despide a sí misma.

Hasta luego Belermina, dejarís buenas semillas, para que en esa semilla digan, adiós Belermina, volveré si no me muero.



Glosario de palabras y expresiones

Alentar: expresión propia del territorio ancestral del Chota, dar más ritmo cuando se toca la bomba
Cazuela: platos hondos de barro
Charque: pedazos de carne
Chocitas: diminutivo de choza, constricciones simples de paja y madera
Compactado con el diablo: que ha hecho trato con el diablo
Cuche: cerdo
Guambritas: palabra kichwa, niña pequeña
Hacer el mal: dejar embarazada
Huasipungo:  palabra kichwa, pequeña parcela en la hacienda
Kari: hombre en kichwa
Mocitas: amantes
Mochito: diminutivo de mocho, cortadito  
Picar leñar: partir leña
Regolgoriar :  sacar sonido no usuales al instrumento de la bomba
Una vecita: una vez
Yo cá: expresión propia del territorio ancestral del Chota




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